Wednesday, January 4, 2012

Olas a mí


El pelícano me dijo que el último rayo de luz solar tiene poder mágico. Que antes de hundirse el Sol en el océano todos los habitantes de la estrella pugnan por ocupar la última baldosa a salvo del mar frío, y que sólo aquél que cabalga con mayor maestría sobre un caballo fotón, de esos que gustan de pastar en la superficie caliente del astro al mediodía, recibe el impulso agónico de la estrella para dar un último y casi imposible salto a la noche. El pelícano, que ha visto muchos crepúsculos agarrado a su cornisa favorita, insiste en que quien captura este rayo obtiene la magia de los habitantes del Sol por una noche. Durante esa  noche nada es imposible para el que lo atrapa, que obtiene el conocimiento del sabio Sol, la destreza del jinete y la fuerza del caballo fotón. Desde que el pelícano me contó la historia no he dejado de asistir al último momento del día sentado en la barandilla del mirador, donde concienzuda y rutinariamente la última ola del día me lo arrebata entre su espuma pegajosa. Cada noche encaro mi piel a esa ola y me alegro al comprobar que la historia es cierta.